Hato Nuevo
“La Chorra de Salomé”
Salomé era una señora muy particular. Su casa, enclavada en el camino viejo y montada sobre socos rústicos, era la casa de todo el que quisiera entrar. Era de las mujeres que cuando se le decía que alguien había muerto, le daba un ataque, se entristecía y los menos entendidos decían que estaba paría.
Hubiera sido la figura principal del barrio por muchas razones, pero lo que la distinguió y por lo que en el barrio se le conoció, fue por una salida de agua que brotaba debajo de su casa. Nunca se ha podido entender aquella maravilla. No existía razón lógica para aquella vena de agua. Aquel fenómeno vino a conocerse como “La Chorra de Salomé”.
Aquel fue el acueducto del barrio por muchos años. Llenar una lata de cinco o diez galones tomaba ocho a diez minutos. Allí, en esa espera, se hacían chistes, se dilucidaban bochinches y se suscitaban algunas peleas.
Ante cualquier amago de problema, Salomé se asomaba por la ventana y sin alzar mucho la voz le ponía fin.
Aquella chorra de Salomé, que debió conservarse como un santuario, fue barrida por el progreso y sus estorbos. Llegó el agua de Acueductos y poco a poco se fue abandonando el chorro. Después le construyeron casas encima y la maleza la cubrió. Tal parece que el enojo de la vena fue tanto que se extinguió al igual que Salomé.
Murió a buena edad, el barrio la lloró, pero a nadie le dio el ataque.